sábado, 27 de agosto de 2011

Introspectiva IV

He visto desde todos los puntos posibles de vista la soledad como vacío inconmensurable en que el vaso, al contemplar el fondo, respondía con la límpida superficie impoluta e inmaculada. Es faltante, es lo contrario a lo deseable. Soledad como lo que no está, como lo que nos falta, como lo que no se da.
Viví intentando desconcertar a la otredad con innumerables historias llenas de gente para llenar el hueco del no haber y del no estar. Historias en que personas y más personas aparecían y desaparecían en desconcertantes escenas mal coordinadas por un director borracho y mal encaminado.
Aprendí a convivir con mis historias, a integrarlas despacito y sin pausa como parte de mi existencia. De a poquito se han ido transformando.
Perdí la noción de pasado. Es confuso decir qué es lo que de verdad ocurrió y que cosa tan sólo aconteció en mi mente. A menudo me descubro nostálgico al recordar personas a las que jamás tuve el gusto de conocer. Y no me altera decir que más de una vez he fingido por no admitir que conocía la soledad.
La soledad, un sentimiento que jamás pude apreciar como retiro espiritual, como relax, como oportunidad para volverse a estructurar. Jugando a la pirámide, volteando las cartas. En el patético pero no por ello menos divertido proceso de hacerme trampa a mi mismo y aún así perder. Juegos, distracciones. Momentos de entusiasmo en que yo mismo puedo acompañarme y darme unas palmadas en el hombro. Ese cálido abrazo y un ténue pero claro "adelante". Cada tanto, un ratito me gusta estar conmigo, tal vez es que de a poco estoy aprendiendo a quererme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario