martes, 31 de mayo de 2011

Si los años pasan...

Aprenderé a no sufrir
Aprenderé a no fingir
Aprenderé a no combatir

Aprenderé a comprenderme
Aprenderé a perdonarme
Aprenderé a superarme

Aprenderé a amarte y a permitir que me ames.

Aprenderé a ser lo que vos quieras que sea. Aprenderé a olvidarme.

lunes, 30 de mayo de 2011

Ruy

Lloraba. Es lo último que recuerdo.
Lloraba tal vez presintiendo lo que se venía.

Dicen que los chicos tienen más apertura a esas cosas que la ciencia no explica. Que pueden sentir y percibir cosas que ya los grandes no podemos.

Y mi chiquito lloraba la última vez que lo ví. Lloraba y me abrazaba.

Y ahora soy yo, el que ya sin lágrimas en los ojos todavía lloro. Lloro esperando que de nuevo un día me abrace.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Siete años después

Siete años después el paso del tiempo me ha enseñado a olvidar para seguir adelante.
Siete años después, las noches en vela han quedado en el pasado.
Siete años después, he podido guardar al fin tu única carta.
Siete años después, no te busco en cada cara.
Siete años después, no te busco en cada cama.
Siete años después, ya no te me antojás eterna, inalterable.
Siete años después, ya no celebro tu cumpleaños.
Siete años después, ya no pierdo el apetito en aquél aniversario.
Siete años después, aprendí a amar de nuevo.
Siete años después ya no me culpo por lo que pude haber hecho.

Pero siete años después:

Aún extraño tus caricias.
Aún me duele ver tus fotos.
Aún tiemblo cuando rememoro tu risa.
Aún pierdo el habla cuando escucho tu nombre.
Aún me emociono cuando visito nuestros lugares predilectos.
Aún conservo el anillo que usabas cuando te fuiste.

viernes, 20 de mayo de 2011

Caída


Anoche se cayó una estrella. No fue un gran evento. Nada de vecinos curiosos, ni bomberos ocupados ni noticieros bulliciosos.
Nadie lo notó verdaderamente. Era una estrella chiquita, rodeada de otras estrellas una igualita que la otra. Un muchachito aprendiz de astrónomo la estaba mirando un rato antes desde su telescopio en Parque Centenario, pero no encontró nada interesante y la dejó pasar.
Pero cayó, sí. Se cayó de golpe y así sin avisar. Pero cayó bien, con cuidado. Mientras se caía miró bien todo para no andar rompiendo nada. Le apuntó a la plaza, atrás del campito de fútbol y pasando unos metros los banquitos de los jubilados.
Considerada la estrella. Era tarde y no quiso hacer ruido. Se dejó caer sobre el arenero y rodó hasta el pasto alto. Casi lo quema pero no, zafó por poquito.
Disimuló bien la estrella. No quería que nadie tuviera nostalgia por ella. Que nadie la extrañara. No pensó posible que yo la viera. Fue una casualidad podría decir.
Fue que tenía ayer un sentimiento. Una sensación de mariposas pero no en el estómago sino en el pecho. Salí a caminar de noche, aunque hacía frío. Me entretuve paseando por las callecitas del barrio, salté la reja de la placita y me acosté en un banco. A mirar el cielo, a soñar un poco y escribirle algo a las estrellas.

Entre el sueño y la vigilia II

Joaquín se aleja despacio de casa. Caminando por calles vacías y anchas, plenas de arboleda. Va camino a la playa, a aquél lugar que conoció una vez y que llegó a serle tanto más acogedor que su propio hogar. Donde nadie le grita, donde nadie descarga sobre su pequeña espalda frustraciones mal curadas por el vino. Donde puede olvidar las penas de un día más de hambre. Allí no tiene que pedir monedas que le salven del cinto. Allí no tiene que avergonzarse de sus harapos varios talles más grandes que su cuerpito.
Tal vez haya un Dios gracias al cual, al despertar, no recuerda esa playa. Sólo la recuerda cada noche, cuando con sus tripas vacías cierra los ojos, acurrucado en la tierra desnuda, en un rincón de su casilla.

Entre el sueño y la vigilia I

A él no le interesa ser el único. Y más de una vez sospecha que no lo es. Sólo quiere que vuelva. Y ella siempre es puntual a la cita.
Claro que la extraña cuando no está. Pero en tantos años aprendió a disfrutar esos ratos en que la ve como si fueran eternos.
Pasa cada día esperando la noche. Es paciente. Más de lo que alguna vez creyera poder ser. Vive tan sólo para esperarla y hacerla feliz cuando regresa.
Y es una fiesta cuando al fin llega el momento de encontrarse. Cuando ella al fin cierra los ojos, agobiada del trabajo, de la rutina, de los malos amores. Cuando entre las sábanas corre a encontrarse con el hombre de sus sueños; el que sólo se preocupa por ella; el que le da fuerzas para seguir.

martes, 10 de mayo de 2011

Esta noche no


Estoy cansado, hablo en serio.
Y no es mal humor, no, ni es que no sea capaz. Tampoco puedo negar que de vez en cuando me gusta.
Pero esta noche no quiero. No lo soportaría, lo sé. No estoy preparado.
Sé que a veces lo necesito. Me viene bien es cierto. Pero sólo a veces, y hoy no es el caso.
Incluso sé que te lo pedí insistentemente más de una vez. Que aún más, te lo reclamé.
Pero no podría. Te suplico que me entiendas. Necesito que hagas un esfuerzo. Que te quedes, que me acompañes. Que compartas una cena conmigo. Que me escuches y me permitas escucharte.
Te pido por favor que no te vayas. Esta noche no quiero estar sólo.

Divagues de una noche de otoño mal habida

Un hombre y una mujer, solos, pueden construir una gran historia de amor. ¿Pero alcanza?
¿Qué son en el fondo un hombre y una mujer sino dos seres extraños entre si, dos ejemplares de dos mundos distintos? Dos seres que se cruzan, que comparten el camino que se forma tras su senda.
¿Alcanzan un hombre y una mujer para formar una gran historia de amor?
¿Qué viene a ser el amor?
¿Quién dictó las reglas de lo que es o debiese ser el amor?
Si miramos para atrás, con la sinceridad a flor de piel, ¿cuántas veces creímos encontrar el amor? ¿cuántas nos equivocamos?
¿Alcanzan un hombre y una mujer para sobrellevar la carga que implica dar y recibir amor?
Amar en el fondo es fácil. Sólo se debe abandonar la propia vida y brindarla por entero a otro, sea hombre, mujer, niño o gato.
Pero, ¿ser amado?; ¿Cuántos de nosotros somos o fuimos capaces alguna vez de soportar esa carga, esa responsabilidad?
¿Cómo debe actuar uno frente a quien le ama?
Es que jamás podremos averiguar qué espera de nosotros quien, habiéndose abandonado a si mismo, vive, respira y siente a través nuestro. ¿Cómo se corresponde a quien nada nos pide? ¿Cómo se mantiene encendida la llama que sólo a nosotros toca cuidar?
Un hombre y una mujer, ¿son sólo eso? No, son más. Son un encuentro, en cuerpo y en alma, que lleva a fundir dos historias, dos pasados, dos presentes, dos ilusiones y muchos más miedos.
Si cada día nos descubrimos a nosotros mismos, encontrando todo el tiempo facetas propias que tal vez ni imaginábamos, ¿cómo podríamos llegar a descubrir al otro?
Alguna vez escuché que el amor era como una planta, que al no regarla todos los días se marchitaba.
Un hombre y una mujer pueden descubrir infinitas maneras de regar esa planta; ¿pero cuál es la correcta? ¿Cómo saber si damos lo que el otro necesita?
Si pudiéramos descubrirlo, si supiéramos lo que debemos hacer para amar y ser amado, sin que importe el mundo, el pasado, los golpes, la vida, los parientes, los malos humores, la soledad y la angustia de la espera, ¿podríamos construir una gran historia de amor? ¿Qué significa realmente amar a alguien? ¿Hasta qué punto dos seres pueden dar sin esperar? ¿Cómo se sigue cuando las cosas van en contra?
Todos tenemos una visión de lo que es una historia de amor. Más o menos novelesca. Más o menos utópica.
Amor no es permanencia y fijeza, sino altibajos y cambios. Amar no es esperar lo mejor del otro, sino tomar lo que ofrece y adaptarse a ello. Escucharle, observarle, entenderle. Amor no es calmar su llanto, es llorar a la par. Amor no es enseñarle, es aprender a su lado.
¿Cómo evitamos la desilusión? ¿Cómo aceptamos cuando queremos combatir? ¿Cómo seguir, cuando sólo deseamos que termine?
La lucha constante que conlleva amar y ser amado desgasta al individuo hasta límites extremos, rebajando a cada instante sus ganas de seguir, acercándolo al momento amargo de la renuncia, del fin del juego, de la separación.
Tal vez las expectativas que ponemos en la pareja sean demasiado altas, inalcanzables, para el otro, en definitiva simple mortal como nosotros.
¿Qué nos queda entonces cuando ese castillo de naipes que construimos se desmorona? ¿Qué hacemos cuando el otro al fin se nos presenta ante los ojos, ya sin venda, tal como es?
Si somos cobardes, si somos incapaces de luchar por nuestro amor, saldremos corriendo. Nos retiraremos sin miramientos, hundidos en el resentimiento, culpando al otro de ser él mismo.
Si en cambio logramos centrarnos, buscaremos en ese ser, otrora el amor de nuestras vidas, aquello que nos identifica, que nos permite reconocernos; ese espejo en que se refleje la dicha que sentimos juntos.
Tal vez jamás encontremos una verdadera historia de amor; quizá no nacimos para ellas. Pero es posible que descubramos una pequeña, chiquitita y frágil. Una que valga la pena. Una que nos de la razón por la cual seguir viviendo.

viernes, 6 de mayo de 2011

Piel

No, no es posible comparar nada con esta piel. Compararla es insultarla.
Después de ella cualquier cosa que se toque resulta áspera y seca. La seda lastima las manos
No hay roce, de tan lisa no se distingue del aire. Es una sensación dulce y delicada. Provoca pánico la ilusión de profanarla al acariciarla. Una gota, tan sólo una gota de sudor, en la redondez de un glúteo, perfecto. Las yemas asustadas de lo que tocan siguen subiendo, tratando de equilibrar en la línea de la espalda. Nada puede distraer de ese contacto. Es éxtasis puro continuar tocando, exalta los sentidos.
¿Cómo se puede percibir tanta perfección con tan sólo el tacto? Es una conexión indescriptible. Y ella lo sabe, pero lo calla. Intenta simular que subestima el encanto que su piel provoca. Pero la luz está apagada y no se atreverá jamás a prenderla. No esta noche, no conmigo en la cama. Ni osaré tampoco iluminarla.
Hay sitios que se nunca va a permitir que vea, allí donde la perfección deja lugar impotente a las marcas. ¿Cómo pudo hacerlo, cómo pudo hacérselo a esta piel? Tan sólo imaginarlo me llena de rabia. El miserable jamás supo entender nada, jamás pudo adivinar el edén con las palmas. ¿Qué pensaría cuando descargaba los golpes o apagaba las brasas sobre esta piel, justo sobre esta piel, cada noche? ¿Habrá llegado a comprender lo que dañaba?
No puedo evitar volcar una lágrima. Sé que adivina en mi temblar lo que estoy sintiendo, pero aún calla. Quizá de sus ojos también brote el llanto. Quiero pensar que en este instante lo que siento escapa de mí, que la alcanza. Espero sepa que tan sólo deseo cuidarla. Que no podría nunca lastimarla. Que un amor real jamás lastima y que yo sólo quiero amarla. Se que me quiere a pesar de ser tan distante. Aún se esconde dentro suyo y no la culpo. Pero espero que un día quiera salir a retozar conmigo. Que se atreva a soñar conmigo. Que encendamos las luces y encontremos juntos en un abrazo el paraíso.