viernes, 2 de diciembre de 2011

Princesa Celta

Quise poner un poema y no me salió. Quería dedicarte una canción y no la encontré. Quise escribir una reflexión y no me inspiré. Quería dejar un pedazo de corazón y no había con qué envolverlo.

Decidí en mi indecisión apelar a lo primario, lo primigenio y te evoqué, sonriendo con tu solerito blanco. Mirandome con tus ojos tiernos y cebando un mate delicioso. Contándome tan casual cosas tan linda
s. Mirándome y desnudando mi alma con la mirada, que ante vos tan poco me cuesta. Me acordé de tus brazos frágiles rodeando mi espalda y tus labios rozando los míos. Me acordé de lo exquisito de tu boca. Me acordé de tu cuello tan apetecible, de tus hombros tan acariciables. Sentí en mi piel las caricias anticipando la lujuria y la lujuria anticipando las caricias. Me acordé de tus piernas tan delicadas y finas. Recordé lo hermosa que te ves durmiendo y lo encantadoramente bien que cae tu pelo en mi almohada.

Y descubrí que envolver mi corazón no me hacía falta. Hace tiempo en un descuido, en un instante, quizá andaba distraído, te lo pasé por abajo de la mesa.
Sabé cuidarlo que es el único que tengo y nunca fui de regalárselo a cualquiera. Y no pienses en mí, no te lo pido. Y no me extrañes ni pretendo que me ames. Dejame que te sueñe y me despierte para darte un beso
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